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Tema 7. Arte Griego y Romano: Roma



La Roma del Siglo III a.C. al siglo V d.C.

Las primeras manifestaciones del arte romano nacen bajo el influjo del arte etrusco, enseguida contagiado del arte griego, la influencia griega se acrecienta cuando, en el siglo II a.C. Roma ocupa Macedonia y Grecia. La primera fase de contacto directo entre Roma y los centros artísticos del mundo griego está marcada por los numerosos pillajes que los ejércitos romanos cometieron en las tierras que iban conquistando, sobre todo de las obras de arte griegas. En las procesiones de los generales victoriosos se exhibía el botín obtenido, lo que creó un entusiasmo por el arte griego y se aseguró así la supervivencia de la tradición helénica en el Imperio Romano.

Esta aportación de obras de arte fue acompañada de una afluencia de artistas helenos u orientales que llegaron a Roma atraídos por una clientela nueva enriquecida por las conquistas y deseosa de rodearse de los refinamientos desconocidos hasta entonces. Pero en el Lacio no se puede olvidar que se había desarrollado desde el siglo VIII una civilización, la de los etruscos, que perduró hasta el siglo IV a.C. y que también contribuyó a sentar las bases del mundo romano. Por lo tanto, el arte que se denomina romano es producto de una fusión, por un lado, del realismo helenístico griego y, por otro, del naturalismo etrusco, que respondía mejor al temperamento local. Hasta cierto punto puede pensarse que el arte de Roma es una imitación y ampliación del arte griego y por supuesto del arte etrusco, pero el espíritu que animó a los artistas romanos es totalmente diferente de aquéllos. La Roma conquistadora y urbanista trató de unir al sentido estético griego, el carácter utilitario y funcional que sus obras requerían.

Los etruscos fueron un pueblo muy ligado a sus creencias religiosas, sobre todo las relativas a la muerte. Para ellos la vida era un tránsito hacia un mundo definitivo; de ahí que, junto a las ciudades de los vivos, hubiera también ciudades de los muertos. Los cementerios estaban perfectamente organizados y en las tumbas, bellamente decoradas con temas de la vida cotidiana, se colocaban los sarcófagos, sobre cuyas tapas reproducían a los difuntos recostados, generalmente en parejas, con una enigmática sonrisa.

Dos son los conceptos que determinan el arte romano: el pragmatismo y el realismo. En las obras arquitectónicas es donde los romanos reflejaron mejor su espíritu práctico, pues los nuevos edificios que se crearon -anfiteatros, termas, archivos, casas o mercados- respondían a las necesidades de la vida, bien oficial, bien privada. El realismo se refleja especialmente en la escultura, donde se produjo una transformación radical con respecto a las teorías idealizadoras griegas. Los romanos fomentaron el género del retrato, generalmente en forma de busto, con el fin de tener una imagen precisa y real de la persona representada, y esta avidez por lo específico queda patente también en los relieves históricos utilizados para decorar monumentos erigidos en conmemoración de acontecimientos especiales.

El arte romano se desarrolló con bastante homogeneidad y autonomía desde el siglo III aC. Hasta el siglo V de nuestra era. Se destacan al menos la República, hasta el año 27 aC., y el Imperio, que se extendió desde los tiempos de Augusto hasta la caída de Roma en manos de los bárbaros en el año 476 después de C.

La Arquitectura Romana
Es probablemente un testimonio significativo de la civilización romana. Se caracteriza por lo grandioso de las edificaciones, y su solidez que ha permitido que muchas de ellas perduren hasta nuestros días. La organización del Imperio Romano normalizó las técnicas constructivas de forma que se pueden ver construcciones muy semejantes a miles de kilómetros unas de otras.

Los elementos más significativos de la arquitectura romana son la construcción abovedada y el empleo de un primitivo hormigón. Los romanos emplearon profusamente el arco y la bóveda. Un ejemplo soberbio es la cúpula del Panteón de Agripa en Roma. Los romanos, no sólo construyeron bóvedas de cañón y cúpulas, sino rudimentarias bóvedas de arista y de crucería. Pero estas últimas debieron usarse con poca frecuencia fuera del Imperio de Oriente pues sólo se conocen las de las Termas de Caracalla y las de la Basílica de Majencio en la cual se advierte un sistema de contrarrestos interiores aplicados a la bóveda.

Los edificios romanos, según su uso, podían ser muy sobrios o muy suntuosos. Puentes y acueductos son austeros y funcionales, mientras que templos y palacios son lujosos y monumentales, con un claro fin representativo. La arquitectura romana adaptó los tres órdenes griegos y el llamado etrusco modificándolos y añadiéndoles otra forma de capitel que se definió por los arquitectos renacentistas con el nombre de orden compuesto. El orden compuesto, que llegó a ser el predilecto de los romanos no difiere del corintio sino en engarzarse más los adornos y en alguna modificación accidental del capitel: éste se constituye por hojas de acanto sin calículos y con cuatro volutas que salen por encima del cuarto de bocel de modo que parece compuesto de jónico y corintio. El Arco Triunfal de Tito y Vespasiano y el de Septimio Severo, se realizan en el orden compuesto

Edificación pública (Roma Antigua)
Los romanos, como cuna de la civilización actual, desarrollaron nuevos tipos de edificaciones acordes con las nuevas costumbres.

Edificaciones típicamente romanas son:
Basílicas: La basílica romana tuvo múltiples usos, dedicándose a mercado, lugar de transacciones financieras, culto o, más ordinariamente, a la administración de justicia; también se utilizaba como lugar de reunión de los ciudadanos para tratar asuntos comunes. En cuanto a su concepción arquitectónica, se trataba de una gran sala rectangular compuesta por una o más naves (siempre en número impar), en este segundo caso, la central era más ancha y alta y estaba soportada por columnas. La diferencia de alturas se aprovechaba para abrir huecos de iluminación en la parte alta de los muros. En uno de los extremos de la nave principal existía una exedra o ábside, donde se instalaba la presidencia, mientras que la entrada se efectuaba por el extremo opuesto a través de un pórtico. En ocasiones, la puerta de acceso también podía situarse en el centro de uno de los lados mayores. La basílica de Majencio, es uno de los edificios más impresionantes de Roma.

Los Acueductos Romanos: La Roma antigua consumía unos 160 millones de litros de agua cada día, sobre todo en fuentes, estanques, baños y letrinas públicos. Una parte de ese caudal iba directamente a las casas de los ricos. Por lo menos 40 ciudades del Imperio Romano tuvieron redes de abastecimiento de agua, y aún pueden verse las ruinas de unos 200 acueductos, entre ellos el imponente Pont du Gard, de tres niveles, que dotó de líquido a Nimes, Francia, y el de Segovia, España, de dos niveles y 36 m de altura. El agua era llevada a Roma por una red de 420 Km. de canales y tuberías desde manantiales, lagos y ríos situados en las montañas de los alrededores; el suministro era continuo, pues no había manera de regularlo. El agua fluía por gravedad a lo largo de la red. Los canales (acueductos) eran de ladrillo o de piedra con un revestimiento interior de cemento impermeable, y en promedio medían 90 cm. de ancho y 1.8 m de profundidad; algunos eran subterráneos y tenían respiraderos cada 73 m aproximadamente.

Baños o Termas: Creación puramente romana son las termas o baños públicos, cuya finalidad, más allá del baño, era la de constituir un lugar de ocio y de encuentro. Un conjunto termal comporta la existencia de salas adecuadas al baño frío (frigidarium) y al baño caliente (caldarium), pero también de estancias complementarias, como el vestuario (apodyterium), y la sala templada (tepidarium). A partir de este esquema se crean formas mucho más complejas que incorporan salas y espacios al aire libre vinculados a otras actividades.

Anfiteatros: en torno al año 70 aC. se fecha la construcción del anfiteatro de Pompeya. Este espacio constituye una creación genuinamente romana destinada a uno de los espectáculos de masas que gozaba de más aceptación entre los romanos: las luchas entre gladiadores y fieras. Aunque perdieron pronto su originario significado religioso, no se celebraron en un edificio específico hasta la construcción del anfiteatro de Pompeya, el más antiguo conocido. El edificio resulta de la yuxtaposición de dos teatros en la escena. El recinto resultante es de planta elíptica con un espacio central (arena), donde se desarrollaba el espectáculo, y el graderío (cavea), que arrancaba de un nivel sensiblemente elevado con respecto a la arena. En relación con anfiteatros posteriores, en el ejemplo pompeyano, a fin de evitar construcciones subterráneas complejas, la arena y una parte del edificio se construyeron a un nivel más bajo que el del terreno circundante.

Teatros: el teatro romano se inspira claramente en el griego, pero con ciertas diferencias resultantes de su adaptación a las características de las representaciones romanas. En esencia, consta de tres secciones netamente diferenciadas: el graderío o cavea semicircular, la orchaestra (espacio semicircular al pie de la cavea) y la scaena (escena), elevada respecto a la orchaestra, en la que se desarrollaba la representación.

Puentes y Caminos: El mundo romano era muy amplio y había que comunicarlo de una manera eficiente. Para ello, se construyó en todo el territorio una extensa red de caminos, que no solo hacía que aumentasen las relaciones económicas y sociales, sino que habilitaba una forma rápida de trasladar los ejércitos, y, así, defender los núcleos de población. Estas vías necesitaban atravesar montañas y pasar sobre grandes ríos, construyéndose para ello puentes, fijos y estables. Aunque los puentes romanos más antiguos de los que tenemos noticia fueron de madera, los ingenieros romanos mostraron su maestría en la construcción de puentes de piedra. Su diseño consistía en uno o varios arcos de medio punto (semicirculares) apoyados sobre pilares alineados. Encima de esta estructura de arcos discurre la vía que atraviesa el río. A menudo construían en los pilares, tajamares salientes contracorriente, para reducir la erosión producida por el agua. Empleaban en la construcción bloques grandes, escuadrados en forma de sillares, que formaban los paramentos externos, y rellenaban el interior de mortero cementado. Para izar los bloques empleaban grúas, movidas por esclavos, situados dentro de una rueda.

La Vivienda: la casa romana primitiva era de planta más o menos rectangular, tenía un patio en el centro (atrium) al que se abrían los locales. Las casas eran en medianería, y los tejados vertían sus aguas hacia el atrio, que solía tener debajo un aljibe, para guardar el agua. El local principal era el tablinium, donde se guardaban los archivos familiares y los dioses familiares (penates). Solía estar en la fachada del atrio enfrentada a la entrada, pero con el eje de la entrada desviado para que no pudiera verse la puerta desde la calle. Más adelante, por un pretendido influjo griego, se abrió otro patio en la parte posterior, rodeado de columnas, el "peristilo".

Escultura de Roma
La escultura en la Antigua Roma, lo mismo que la arquitectura, es original en el espíritu de su finalidad, pero en ella pesan mucho las aportaciones formales etruscas y griegas (helenísticas), siendo de hecho buena parte de la producción escultórica romana copia de originales griegos. Se conservan muchas esculturas romanas, hechas preferentemente en mármol y en menor medida en bronce u otros materiales. El relieve consistía en esculpir formas tridimensionales poco profundas sobre superficies planas. Se usaban en trabajos arquitectónicos como columnas, arcos y templos. Un ejemplo de este tipo de escultura sería el Ara Pacis (‘Arco de la Paz’), construido en torno a 13 - 9 adC. El Ara Pacis era un monumento a la Pax Romana (‘Paz Romana’), 200 años de paz y prosperidad propiciados por el emperador Augusto.
Otro ejemplo de escultura en relieve sería la Columna de Trajano, fechada en torno a 106 - 133 adC y adornada con escenas de las batallas de Trajano en una espiral continua que gira sobre la columna, así como la Columna de Marco Aurelio, modelada a partir de la anterior.

Pintura de Roma
Los romanos admiraban la pintura griega tanto como la escultura, y animaban a los artistas que trabajaban para ellos a hacer copias de obras griegas especialmente famosas o populares. Las pinturas, con figuras individuales, grupos o paneles enteros, se reproducían, se adaptaban, estropeaban o embellecían según el talento de los artistas y las exigencias del cliente.

Aunque se sabe que los romanos desarrollaron la pintura sobre tabla, los restos pictóricos conocidos más importantes son de tipo mural, frescos protegidos con una capa de cera que avivaba los colores. La mayor parte de las pinturas murales conocidas corresponde a casas particulares y edificios públicos de Pompeya y Herculano, aunque también se han encontrado algunas pinturas en Roma y en otros lugares.

Los romanos tendían más que los griegos a decorar sus paredes con pinturas murales, y aunque siguen la tradición griega, muestran en sus pinturas un gran colorido y movimiento.



Arte Cristiano primitivo o Arte Paleocristiano
El cristianismo produjo un cambio fundamental en la estructura del mundo romano. Hasta tiempos del emperador Constantino el arte paleocristiano se mantuvo en la clandestinidad, y de ahí su escaso desarrollo, sobre todo en el aspecto arquitectónico. Sin embargo, al promulgarse por el mismo Constantino el edicto de Milán, en el año 313, el cristianismo quedó reconocido oficialmente. La importancia de la arquitectura que se lleva a cabo en los siglos IV y V radica en que en ella se desarrollan los tipos de edificio que van a prevalecer durante toda la Edad Media.

Se denomina arte paleocristiano al estilo artístico que se desarrolla durante los cinco primeros siglos de nuestra era, desde la aparición del Cristianismo, durante la dominación romana, hasta la invasión de los pueblos bárbaros, aunque en Oriente tiene su continuación, tras la escisión del Imperio, en el llamado arte bizantino.

Hasta el año 314, el arte escultórico de los cristianos se centró en la excavación de las catacumbas y el reforzamiento de sus estructuras. Éstas eran cementerios cristianos, excavados, en un principio, en los jardines de algunas casas de patricios cristianos, como las de Domitila y Priscila, en Roma. Después de la Paz de la Iglesia, a partir del año 313, la basílica es la construcción eclesiástica más característica del mundo cristiano. Su origen es dudoso, pues se la considera una derivación de la basílica romana.

Las catacumbas son cementerios subterráneos situados alrededor de las ciudades. Las más conocidas son las de Roma, aunque también las hay en el Norte de África y en Nápoles. En estos vastos cementerios existían zonas para el enterramiento de los cristianos, porque, contrariamente a las consideraciones tradicionales, no eran de uso exclusivo de los cristianos. Sin duda, uno de los aspectos que han consagrado el estudio de las catacumbas en la historia del arte es su decoración pictórica, que marcó el inicio de la iconografía cristiana. En los diversos cubicula y galerías de las catacumbas se localizan algunas de las más antiguas pinturas del arte paleocristiano, consideradas anteriores a la Paz de la Iglesia, aunque existen serias dudas sobre su exacta datación. El problema radica en que estos cementerios romanos fueron reutilizados hasta fechas muy tardías y remodelados continuamente en su trazado y decoración. Uno de los recursos más estimados en la actualidad para datar las pinturas es la fecha de construcción de la iglesia bajo la que se encuentran las catacumbas. Los ejemplos más antiguos de pintura cristiana se conservan en las catacumbas romanas de Domitila y Priscila, pertenecientes al siglo II.

Los temas de la pintura paleocristiana son muy variados. Muchos representan a animales cargados de simbología cristiana, paloma, ciervo, pavo real, o signos acrósticos con un gran significado teológico. Destacan entre ellos el Crismón, monograma formado por las dos primeras letras griegas del nombre de Cristo, XR, junto a la alfa a y la omega o, primera y última letra del alfabeto griego, significando el principio y el fin. A estas letras se solía añadir la cruz y todo ello era encerrado en un círculo, o la imagen paleocristiana del «Buen Pastor».

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